El camino era estrecho, muy estrecho, por momentos y pensaba que esa seguidilla de árboles jamás terminaría, claro que en este rato los agradecía por la fría sombra que me daban. Por momentos y me recordaba a esa sensación de los veranos en Europa, cuando pasas por frente a las salidas de los sótanos y una ráfaga de aire frío te azota, esa extraña sensación de ser atrapado por algo que no puedes ver, que se siente bien, tan bien, como cuando en mis sueños ella me besaba. En momentos y me recordaba las palabras del Carlos cuando estábamos aprendiendo a soñar.
Sueña!!, sueña!! Me decía mientras abría airoso sus manos y con el ceño totalmente estirado miraba hacia el cielo antes de caer boca arriba y levitar por horas, luego, cuando comentábamos lo que habíamos soñado, el siempre hablaba de esa sensación de dejarse atrapar y de soltarse, de ese calor, de ese frío, de ese calor, de ese frío…y así, hasta llegar al bosque encantado; Y siempre me pregunté que había en él.
¿Por qué el Pancho siempre soñaba en ir allá?
Nunca me imaginé que tan solo tomando el jarabe, sería posible embarcarse en el viaje que ahora lo estoy haciendo y sentir que todo lo que soñaba era posible, que todo era real en la cabeza de los que habíamos aprendido a soñar.
La verdad, ya me duelen los pies, pero es más fuerte la intriga de saber que todo lo de los sueños estará allí, al final del camino de los cipreses enanos que eran grandotes.
Creo que he caminado más de diez toctes, en realidad aun no me acostumbro a contar el tiempo en toctes, Cada vez que uno de ellos cae anunciando uno nuevo, siento que me hago más feliz. En el no sueño, era triste cumplir años y sentirte más viejo y que no se pueda mensurar la sabiduría que habías alcanzado. Pero cada tocte se desvanece hasta que caiga otro y se hace parte de la tierra, creo que es algo como circular, uno cae mientras otro se deshace, como nacer y morir, como que fuera un solo tiempo el de nacer y el de morir el de crecer y crecer.
Además, no entiendo por qué no tengo sed, como la que te da cuando estás chuchaqui, sólo necesito detenerme un momento, pienso en un río, en el mar, o en los bolos helados que vendían en Canoa, y la sed se va, es como si fuera mágico.
Aun recuerdo cuando hacíamos el jarabe entre las palabras del conjuro y la oración de purificación. Braulio, el pordiosero que hacía de shaman, dijo algo como:
“ que todos tus pensamientos se hagan sueños y que todos tus sueños sean como quieran los astros y todos los dioses que nos bendicen,
el del amor, el de la sed, el de la confianza y el de la solidaridad, y que todos nos acompañen en el bosque de los cipreses enanos y que todos los veamos grandotes”.
Supongo que estoy llegando a algún sitio, porque siento más calor, pero es extraño, mis pies ya no me duelen, en realidad ya no me duele nada, es una sensación que no había sentido jamás, todo, cada parte de mi, si frunzo el ceño siento instante a instante como cada parte se va retorciendo, siento como a cada paso que doy, cada ligamento y tendón se va estirando y contrayendo, pero mis pasos son ligeros, como si mi cuerpo no pesara nada, en realidad ya no estoy en contacto con el piso, si, en realidad estoy flotando.
No dejo de recordar el rostro del pordiosero, Braulio.
Siempre sentí algo extraño cuando me pedían dinero y trataba de no mirarlos, al ver sus muñones de los miembros amputados o al escuchar esos roncos sonidos que hacían al intentar hablar. Se me erizaba la piel de recordar que en otros siglos los escondían y los trataban como demonios o animales. Pero yosiempre pensé que no eran demonios sino algo similar a dioses, o conocedores de lo que ignorábamos los supuestos normales que estamos llenos de anormalidades y desfiguraciones del alma.
Creo que fue a principios de Febrero, cuando al pasar junto a un chapita de esquina en el final del parter, Braulio nos miró. Traía un sombrero de esos que venden en Monte Cristi, era rojizo con negro, y hacía que se ilumine su rostro con puntitos rojos y grises; una camiseta de “ Nebot presidente”, medio rota, y un pantalón de todos los colores.Abrazando parte del pantalón y los muñones de las piernas amputadas,unos pedazos de tubo de llanta amarrados con sogas, para arrastrarse cómodamente.
Junto a el, un tarro de un cuarto de aceite para recoger los sueltos y su vehículo, un monopatín solo con tres ruedas;
Braulio hizo varios ruidos llamando nuestra atención. Nos acercamos un poco, tanto como para percibir ese ácido olor que emanaba, creo que por momentos y se podía ver, tal vez y era azul o violeta. No me refiero a Braulio sino a su olor.
No se que hubiera sido de nosotros si José, mi cabo segundo, no se acerca a traducirnos los grotescos sonidos de Braulio. Ellos dos se entendían perfectamente, y es que él había sido asignado desde hacía siete meses a la misma esquina gracias al intercambio de favores con María, la empleada doméstica del coronel Martínez.
Para el chapita, la esquina era maravillosa.
En ella cogían el bus los dos hijos del coronel, y a dos cuadras estaba la casa, de tal modo que era perfecto para unos momentos de romance hasta que el bus llegara, todos los días, siete y media de la mañanay una de la tarde.
Además ese “PARE” detrás del árbol, hacía caer a cuatro o cinco ingenuos conductores diarios, que permitían llegar con el pan y a veces hasta con la leche para los guaguas y su mujer, la oficial.
“Dice que ustedes son elegidos”- nos tradujo José.
“ ¿Elegidos para que?- pregunté ingenuamente.
“ Ah!, el patojito se llama Braulio y desde la última vez que le atropelló un bus, por pedir plata, quedó medio loco, es como si se creyera brujo o algo así”.
“ ¿Qué dice?, ¿qué dice? ”.
“ Dice que vengan a las siete de la noche, cuando el se alza, y les explicará bonito”.
Por momentos dudamos con Pancho en ir a la cita, pero realmente era mucho más fuerte la curiosidad de saber si todo lo que pensaba de esos pordioseros era verdad o no.
En realidad yo le convencí al Pancho de ir, con todo un discurso de no hacer de menos a nadie, y que al final todos aquellos mendigos eran personas y se merecían nuestra atención, respeto y solidaridad.
Cuando eres estudiante y no tienes más responsabilidad que la de cobrar sueldo de hijo y dedicarte a defender causas ajenas, como la de la subida del pasaje, la ecología y hasta ayudar a botar ministros, es fácil aprender a crear discursos, hasta para defender a las mariquitas rojas del árbol de capulí de tu vecino.
Estuvimos a las siete, Braulio, entre señas y sonidos roncos, nos explicó que le siguiéramos caminando. Fueron como seis cuadras detrás de su monopatín; Al arrastrarse, el sonido era espeluznante: sus gemidos broncos de ese respirar agitado, como si se estuviera ahogando, o los mocos que no le permitían respirar, mezclados con el rechinar de los fierros de la llantas que faltaba en el monopatín y los pedazos de taco del zapato que usaba para impulsarse.
El Pancho y yo, no nos dijimos nada durante todo el trayecto, en momentos nos regresábamos a ver y creo que solo seguíamos, pensando que el otro estaba más asustado que uno.
Al llegar, un terreno baldío con olor a orinas, en el fondo, un montón de plásticos y cartones de colores viejos y oxidados por las hojas de zinc que lo cubrían. No se podía entrar, tal vez si nos hubiéramos arrodillado. Solo Braulio entró, por el pequeño hueco que servía de puerta, como casita de perro.
Pronto salió sin su monopatín, arrastrándose sobre un pedazo de estera, traía una botella sostenida en sus dientes, un libro y una vela. Abrió el libro en cualquier página y nos mostró, era una figura femenina desnuda con sus respectivos atributos. Al pie de la página de papel periódico, en letras pequeñitas decía:
“ Fig.30. La Maja desnuda de cada hombre en cada sueño”.
Tan pronto la terminé de leer cerré el libro, en letras como manuscritas se leía:
SACROSANTO MANUAL DE CONJUROS PARA SUEÑOS Y OTRAS MAGIAS.
Braulio, gimió fuertemente y entre ese ruido infernal se retorció hacia atrás, se sostuvo de algo de hierba larga que alcanzaron sus manos, hasta que los muñones de los pedazos de piernas saltaron hacia delante y él se quedó estirado boca arriba.
Creo que estuvimos a punto de salir corriendo, de hecho, retrocedimos algunos pasos como buscando resguardo a esa Kafkiana escena. Luego nos miramos, el Pancho, tenía ojos de pescado frito y cinco centímetros más de frente, y supongo que yo también.
Por un momento hubo silencio. Luego, Braulio nos miró y sonrió, sus amarillentos dientes se habían transformado en una sonrisa casi hollywoodesca. Con un acento que no se podía distinguir si era tartoso o extranjero, nos dijo:
“ Lamento toda la escena de susto que acaban de tener, pero era necesario saber si en realidad eran ustedes los elegidos”.
En seguida el Pancho preguntó:
“ ¿ Elegidos para que?”
“ Para lo que han estado deseando desde hace tiempo”.
“¿ Y cómo sabes quéhemos estado deseando?”
“Yo, como todos si se propone, puedo saber lo que alguien desea, tan solo por la expresión de sus ojos”
“Bueno, ¿pero qué es lo que hemos estado deseando?”
“ Soñar y aprender a manejar los sueños”
“ Oye, pero si sólo hemos leído un par de libros de Castaneda”.
“ No es sólo eso, es que toda la vida se han estado preparando para esto;Cuando sus padres les permitían jugar con seres imaginarios, se estaban preparando para esto, cuando hicieron las sesiones de espiritismo, también, cuando en Baños el Oswaldo tuvo vuelos astrales, ustedes se morían de envidia. Siempre han estado estudiando para esto, para pasar a otra dimensión, pues bien, yo estoy aquí para enseñarles lo que falta.
Con este libro y varios ejercicios que haremos desde hoyhasta su viaje final, quedarán convencidos de que nada fue en vano, de que todo el esfuerzo que han hecho, tendrá solamente el resultado que ustedes quieran, ustedes están limpios y por eso estoy seguro de que nunca utilizarán sus dones para el lado obscuro.”
“Bien, empecemos”.
Nos hizo arrodillar frente a él y encendió la vela. Casi mágicamente, la lluvia y el viento que había, no la apagaban. La asentó sobre una pequeña piedra, levantó la botella,que a la transparencia de la poca luz que había, dejó ver que tenía algo de un líquido. En seguida comenzó un largo discurso en un idioma que parecía oriental, casiy solamente eran monosílabos, al terminar, él lo bebió y nos pidió que sostuviéramos la botella con ambas manos y cerráramos los ojos. Cuando fue ni turno apenas la tomé sentí que el líquido estaba caliente, cerré los ojos con una insostenible sensación de levantar mi rostro al cielo.
Instantáneamente comenzarona correr por mi mente, como una película, todos los sueños que solía recordar, pero a colores y con las sensaciones reales. Cuando veía el sol sentía calor, cuando hacía viento sentía como mi pelo se movía, cuando llovía sentía que el agua corría por mi cara; De pronto, Braulio aparecía en la imagen, estaba bien vestido y con piernas, parado en la entrada de un túnel, y me invitaba a entrar. Cuando yo me acerqué me explicó que dentro del túnel ya no había regreso.
“No podrás regresar”- dijo- “y ya nunca podrás dejar de soñar, desde hoy tu deber será enseñar a los demás a creer en sus sueños”.
Yo aceptaba moviendo la cabeza y comenzábamos a caminar hacia dentro juntos. En ese momento, sin ninguna indicación, baje la cabeza y abrí los ojos. Por un momento me molestó la real obscuridad en la que estábamos, el paisaje era el mismo, el terreno baldío, rodeado de las culatas planas de las casas vecinas. Sentí frío, no distinguíal Braulio ni al Pancho, solo eran dos siluetas en penumbra.
Braulio estiró sus manos sin decir nada y tomó la botella. Sus manos estaban heladas. El Pancho me miró sonriente y en voz muy bajadijo:
“ chévere, ¿no?”.
“¿Alguno de ustedes tiene fósforos?”- dijo Braulio.
El Pancho sacó la fosforera fucsia que siempre llevaba y la encendió acercándola a la botella.
“¡ No!, ¡No!”- dijo Braulio tomándola con la otra mano.
La volvió a encender y la metió dentro.
“Esto simbolizará siempre la pasión de sus sueños, que jamás se apagará”.
Y en efecto, la fosforera cayó parada dentro de la botella y siguió encendida mientras él nos pidió beber el contenido. Era dulce, casipodía asegurar que tenía miel. La bebí despacio, como saboreándola, y me recordó a Javier, el español que conocimos en el Café de la Plaza Mayor, que nos enseñó a tomar vino. Braulio me miró y sonrió diciendo:
“Si, si, es como tomar vino”.
En seguida le pregunté: “ ¿cómo sabías lo que pensaba?” .
El solamente respondió: “Javier también fue mi alumno, ya lo volverás a encontrar en tus sueños”.
Regresando a casa, no podía parar de escoger con cual de los sueños que tenía podía empezar. Al llegar, como siempre, me calenté algo de sopa que había sobrado. Me acosté escuchando un CD de Charly García. Me dormí pronto, tal vez por el ansia de saber si el jarabe de fosforera realmente hacía efecto. La verdad, nunca pensé que sería precisamente esa noche cuando empezaría, y menos aun que el primer sueño real sería este que no lo conozco.
Si, en realidad ya estoy llegando a alguna parte, cada vez hace más calor, los cipreses enanos son más espaciados y pequeños. Ahora ya realmente parecen enanos, cuando comenzó el sueño y el camino eran como de varios metros. En el fondo se ve una planicie de hierba. Al llegar sentí que muchas otras cosas eran diferentes, el verde de la hierba era tan fuerte que parecía que si la topabas te mancharías, el sol era fuerte pero no sofocaba, además, se movía hacía donde uno iba, supongo que para calentarte mejor.
Me senté como para descansar, pero no estaba agotado, sino más bien como ávido por más sensaciones nuevas.
Delante de mi, entre la hierba, en cuestión de segundos, un girasol comenzó a salir. Fue primero un botón, y el tallo. Luego, mientras este seguía saliendo o creciendo, la flor se empezó a abrir. Cuando terminó, hizo varios movimientos hacia los lados como si me mirara y luego se detuvo. Yo, vulgar destructor de la Naturaleza, intenté arrancarla y me estremecí de escalofrío cuando gritó. Me puse de pie, dando un paso hacia atrás. Luego de mirarla, y dudando entre hablarle o salir corriendo, estiré mi mano y la flor se acurrucó en ella, saliendo de la tierra con una expresión de ternura. La acaricié y la apreté con cuidado en mi pecho.
Me volví y encontré frente a mi una casa con los colores más cálidos que jamás había visto. Las ventanas eran azules y con remates circulares, las contraventanas eran blancas, todas las paredes tenían diferentes colores pero una misma textura rústica, como de barro. Una sola puerta dentro de un pórtico de madera.
En un lado había un columpio y una hamaca de hilos blancos. Junto a la puerta, en una cartelera negra como de pizarra estaba escrito:
“ Menu del día.4 de Agosto
La vida realmente comenzará a ser bella, cuando dentro de ti sientas que un girasol te ha sonreído, cuando sientas que toda esa poesía escrita y descrita en tus años de búsqueda, haya tomado sentido y encontrado su razón. El amor de verdad, el amor de amar a propios y extraños realmente estará en cada sentir, en cada paso, en sentir cada pierna, cada ojo, cada parpadeo, en silbar con los pájaros y nadar con los peces, en sentir verde, mas verde cada día la hierba que mires, cada vacilar de intenciones, tus oídos se sentirán cálidos como un violín y tus ojos se empalagarán en una selva. Y tu mismo te empalagarás y disfrutarás de todo lo que sientas, la sonrisa de una arruga, y el cantar de una planta, los colores del viento y los sabores de un atardecer, todo eso será y todo eso tendrás, todo eso compartirás si realmente aprendes a amar y a soñar, no mas estarán los cuchos obscuros y dolorosos que te hicieron crecer.”
Me siento valeroso y capaz de entrar, acerqué mi mano hacia la cerradura y antes de que la tocara, se abrió casi sola. Dentro estaba ella, como en todos mis sueños, fina, delgada, cabello suelto y rubio y ojos más preciosos que el cielo .Tan pronto como quise hablarle desperté y siento que hoy realmente es un día de colores.
Quito, invierno del 2001