Francamente no sé muy bien por donde empezar este post; en principio considero ético, últimamente, el narrar ciertas reflexiones que me vienen a propósito de lo que voy entendiendo de las dinámicas urbanas. En ese, tengo muy a flor de piel dos ciudades de naturaleza emocional y conocimiento real, que se confrontan a día seguido en mis imaginarios, mi crítica y en mi cotidianidad. Una es mi ciudad natal y donde he ejercido la arquitectura y otra es mi ciudad de adopción y en la que estoy pudiendo experimentar un cúmulo de reflexiones producto de mi experiencia y mis investigaciones.
Hace algunos años, he presenciado como la administración de Alicante ha dado muestras continuas e insistentes, no solamente de la falta de criterios técnicos de actuación sino además, de una ausencia casi total de conocimiento de políticas de intervención urbana; y digo «políticas», no como ese sentido de accionar que el urbanismo académico nos sugiere, tampoco con esas medidas que el sistema neo liberal nos impone, sino más bien como una sinrazón de quehaceres que son más bien producto de la improvisación y la «buena idea» antes que de una intención, aunque sea de equivocarse y hacerlo mal, aposta, con el consuelo de producir en la ciudad una suerte de laboratorio de errores urbanos. Vamos un folklorismo total.
La calle San Francisco ha sido peatonalizada, aunque no se bien si llamarle «tematizada», puesto que hay quien argumenta el que se ha «procurado» establecer un parque infantil. Parecería también que el propósito ha sido «unir» de manera peatonal dos zonas de marcado comercio de la ciudad.
Importante matizar, que me referiré a la intervención en la ciudad, más no al proyecto en sí mismo, aunque de antemano debo matizar que el tratamiento temático y estético, me parece poco creativo y con una descontextualización absoluta. Basta preguntarse ¿qué hacen unas setas en Alicante?. La única respuesta posible es la de que de manera superficial se considere que los parques infantiles pueden tener cualquier temática, sin importancia de proponer un elemento que genere una recuperación cultural (que mucha falta hace). Se me ocurre—como mucho se bromea en la ciudadanía—que se podría por lo menos haber argumentado una financiación de los propietarios de los derechos de los pitufos, que francamente para la escasez de recursos que viven las administraciones, hasta se habría entendido, pero no se habría justificado la inversión, en función de las prioridades de la ciudad.
¿Que el problema sea de gusto por las setas?. Pues no. No es un tema de gusto y explicaré a continuación las razones por las que considero que este proyecto solamente remarca una forma de actuación que es una manera de entender la ciudad, que puede ser cualquier cosa, menos una intervención de revitalización urbana, como se le ha calificado.
Además y como ejemplo, si que argumentar que el tema de la fachada del Casino de Alicante si que es (o fue) un problema de estética.
Alicante es una ciudad con una conflictividad urbana muy seria, tema muy complejo y difícil de explicar en un post, aunque me apetece muco hacerlo, pero solamente tocaré un par de elementos que conciernen .
Una ciudad no-capital administrativa, que ha hallado su supervivencia bajo el amparo del Turismo, feudo por más de una década de la derecha más recalcitrante del país, feudo de negociados, casinos, y el prototipado del modo de verano y el vivir por encima de todas las posibilidades.
Aunque hay otra ciudad, una que ha acogido a inmigrantes desde hace mas de 2000 años, una ciudad de intercambio de productos entre mar y montaña y con las huertas propias destrozadas, tierra privilegiada por la naturaleza del paisaje y con riquezas aún cautivas gracias a la miopía que genera el dinero fácil. Una ciudad con elementos propios de una identidad que están guardados en el más de un centenar de refugios de la guerra.
Pero sobre todo una ciudad, como conglomerado social, víctima por décadas del silencio que le impone la tolerancia y ciega de los verdaderos conceptos que llevan a la convivencia.
En este marco y en este entorno, esta misma ciudad es presa de cualquier improvisación. Justamente como la de la calle San francisco. Intervenir en un centro histórico urbano, implica empezar pensando en la gente y en las dinámicas que sostienen a la ciudad como actividades cotidianas, no solamente productivas. La ciudad y los centros históricos en general, no son solamente «presas» de la inversión inmobiliaria u otras iniciativas que generan dinero. Son también la casa de muchas personas, son el escenario de transito de otros, son sobre todo parte de la ciudad donde Vive gente que no solamente piensa en pasearse o comprar.
Una intervención urbana debe empezar por enmarcarse en un plan más amplio, el mismo que debe ser parte de un plan general, el mismo que debe albergar un concepto u intención de ciudad, la misma que debe…sino ser impulsada…ser aprobada en lo más profundo de la ciudadanía. Sino no funciona.
Una intervención urbana debe tomar en cuenta, que la inversión, sea cual fuere, no debe procurar una justificación en un retorno económico, puramente; a largo plazo si, y es posible medir, pero a primer inicio debe sobretodo justificar unas intenciones y una propósito de gestión social, el intervenir se justifica desde la naturaleza más simple: hacer algo distinto para estimular a que suceda algo distinto. La inversión urbana no es adornar una calle para que la gente se haga fotos y parezca que se vende más. Los resultados últimos no se pueden enmascarar, sino, pasen a cualquiera de los locales de la zona y pregunten si la «tematización» de la calle les ha implicado algún tipo de mejoría que merezca la pena.