Una pequeña callejuela donde no se aparca sino para amar.
Un edificio tan delgado como la brisa de la primavera y palmera de mar.
San Leandro 11, escaleta flaca y cansada, sin ascensor ni bulla, solo escalera como ella sola.
Cuarto, única puerta, puerta pequeña y cerradura en medio.
Amanece en la cocina, una pequeña ventana, mesa camilla para dos sobre una bombona de butano.
Un mantel de colores que camufla las carencias y reluce los colores, los colores amor, los colores alegría.
La alegría desbordando en menos de 50 metros.
Ventana pequeña con viento de mañana y sol de desayunos.
Tres pasos y el trastero, tres pasos y el salón, tres pasos y el estudio, el baño.
La habitación, cama grande como tu corazón verde mar, pero su calor la hace sentir estrecha como un estornudo en autobús.
Y tenemos terraza, secadero más bien, alegre y decorado con la ropa limpia al viento, a la calle.
Y tenemos un desorden cotidiano que se llama estudio.
Y tenemos un sofá que se llama nido, sonde te echas y se va el tiempo, un sofá de magia que arrulla el amor y las caricias.
Un loro que canta los CDs preferidos.
Y más allá de los tres pasos solo nos tenemos a los dos, con mil ilusiones y canciones.
Y mas allá de todo tenemos un montón de camino por recorrer para amarnos en el infinito de construir una verdad