el yonqui (san leandro)

El yonqui
Apenas y me puedo levantar. Pero no importa, en realidad son pocas las cosas que aún importan.
Importa que el representante de derechos humanos llegue hoy, a tiempo, con mi dosis.
Importa que él no pille atascos.
Importa que aún quede una jeringa, que encuentre mi vena en la pierna, en el pié, en cualquier sitio que no lo tenga estropeado.
Importan las telarañas y las ratas que no dejan dormir.
Importa el frío, el frío importa mucho, el de aquí y el del alma.
Importa mi mano temblorosa, importa que, he perdido la cuenta de no afeitarme.

 

Siempre, son más, las cosas que no importan.
No importa el paro, ni la recesión, ni el clima, ni la campaña de justicia penitenciaria que iniciamos hace ya varios años, ni siquiera importa todo el daño que he hecho.

 

Sí importa ese pequeño papel amarillento, caduco y arrugado que yace meses sobre mi mesa de noche. Es de ella, la última que amé, se lo escribí cuando nos mudamos juntos. Hace poco me lo devolvió, contándome que es madre, que es feliz:

-Una pequeña callejuela donde no se aparca sino para amar.
Un edificio tan delgado como la brisa de la primavera y palmera de mar.
San Leandro 11, escaleta flaca y cansada, sin ascensor ni bulla, solo escalera como ella sola.
Cuarto, única puerta, puerta pequeña y cerradura en medio.
Amanece en la cocina, una pequeña ventana, mesa camilla para dos sobre una bombona de butano.
Un mantel de colores que camufla las carencias y reluce los colores, los colores amor, los colores alegría.
La alegría desbordando en menos de 50 metros.
Ventana pequeña con viento de mañana y sol de desayunos.
Tres pasos y el trastero, tres pasos y el salón, tres pasos y el estudio, el baño.
La habitación, cama grande como tu corazón verde mar, pero su calor la hace sentir estrecha, como un estornudo en autobús.
Y tenemos terraza, secadero más bien, alegre y decorado con la ropa limpia al viento, a la calle.
Y tenemos un desorden cotidiano que se llama estudio.
Y tenemos un sofá que se llama nido, donde te echas y se va el tiempo, un sofá de magia que arrulla el amor y las caricias.
Un loro que canta los CDs preferidos.
Y más allá de los tres pasos, solo nos tenemos a los dos, con mil ilusiones y canciones.
Y más allá de todo, tenemos un montón de camino por recorrer, para amarnos en el infinito de construir una verdad -.

El representante ha llegado. Me saluda con un movimiento de cejas, me entrega un folio con encabezado oficial. No quiero leerlo, solo sé, que no trae mi dosis. Nada importa más.

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