Origen

Es muy importante detenerse y evaluar.  Creo que es también importante eso de «pensar despacio para andar deprisa» ;  pero sobre todo creo que a veces la melancolía de los recuerdos…puede tener cosas profundas, tanto o tantas como para marcar nuevos horizontes.

Hace poco, Jorge narró una anécdota que conectó a varias personas en ese revisar un Origen del porqué de una profesión y este es el mío y lo hago hoy que justamente cumplo 16.600 días de vida, solamente un número cerrado que me permite festejar un día, procurando así justificar que hay días, cada uno tal vez, tan festejables como un año.

Pues yo soy arquitecto por varias razones, la primera es que me familiaricé muy pronto con el medio de la construcción, mas de obras civiles, gracias a la profesión de mi padre, que a la arquitectura propiamente, pero dentro de los recuerdos importantes está un puente que hice con ocho años, para que mis coches matchbox, atravesara un riachuelo de aguas lluvias del jardín de casa.  El puente duró años, hasta que en una de las reformas del jardín se decidió conducir las aguas con una canal de hormigón.  Recuerdo al albañil, por su singular nombre, se llamaba Adán y yo pasaba horas mirando como trabajaba, hasta que llego el momento de retirar mi puente, que luego de forcejear con palas zapapicos y barretones, me preguntaron como lo había hecho y yo muy orgulloso les bajé de casa «los planos», con los cuales se pudo desenterrar el puente que tenía una cimentación algo mas grande que la luz que salvaba.

A los 14 años me cansé de compartir la habitación con mi hermano y le pedí a mi padre que me dejase una pequeña terraza que había en casa, para hacerme mi habitación.  La terraza ya estaba cubierta, con lo cual solo tuve que hacer un par de tabiques y fabrique la ventanería con madera solida ensamblada pieza a pieza.  Tanto el puente como la obra de mi habitación, creo que las podría dibujar aún, pero daría lo que fuera por tener los planos y apuntes comentados como recuerdos de aquellos primeros pasos.  Luego ya de adolescente me hice dinerillos haciendo mil y un bricolajes que lograba vender a propios y extraños y pronto me di cuenta del valor de mi trabajo.

No recuerdo precisamente un momento en que haya tomado la decisión de optar por la carrera, más sí que recuerdo de varias conversaciones en distintos momentos en que mi padre me planteó, más en plan de «reto», varios pasos que creo que fueron estratégicos, más con mi autoestima de superación antes que con la materia en cuestión.

Recuerdo visitarle en su despacho, luego de haber aprobado el curso pre universitario para decirle que me acababa de matricular en arquitectura y Él me respondió que creía prudente que habláramos cuando termine primer año.  Al terminarlo y aprobar todas las asignaturas, volví a hablar con Él igualmente en su despacho, (las conversaciones serias dejaron de ser en casa desde algo antes de los 18) y en esa oportunidad recuerdo que Él me dijo que estaba bien, pero  que lo que aseguraría mi buen inicio profesional sería que ese sea el modelo de los 5 años restantes y lo logré, cuando terminé la carrera, en 6 años y lo festejábamos tuvo un momento en privado para decirme que ahora si que empezaba lo difícil y que el reto era «hacer oficio» y ser capaz de vivir dignamente de ello.

Hace poco, a principios de años mientras disfrutaba de mi experiencia en el país, tuve la oportunidad de pasar mucho momentos lindos con mis padres, que en plan jubilados y en su campo, con tranquilidad, se pueden tomar tiempo más relajado y amplio para charlar revisar y volver a disfrutar de anécdotas como las que he comentado.  Aproveché también para ponerlos al tanto de mis inquietudes actuales y al narrar de manera detenida mi actual punto de vista, sobre las cosas que me interesan, el patrimonio, la identidad, el entorno y el mundo digital, los sentimientos los imaginarios y sus múltiples relaciones con el espacio, mi padre tuvo expresiones de desconcierto y que me dejaron ver que aunque comprendía lo que le narraba, no dejaba de sorprenderse y hasta desconcertarse y entonces me dijo:  «te has dedicado a un oficio que no conozco, pero solo el ver la pasión con la que lo cuentas, sé que supiste tener la intuición correcta para ir por lo que te hace bien».

Esa frase me conectó con un momento particular que viví hace no mucho tiempo.  cuando gracias a una coincidencia tonta, abrí mi perfil de twitter el mismo día que supe que mi homologación de titulo había sido rechazada y fue entonces cuando decidí ser Ex Arquitecto.  Sé que parte de eso tiene que ver con la propia morriña de no poder luchar con el sistema, pero otra parte que también me interesa es esa de querer convencerme de que siempre fue más profundo el ánimo de cultivar un oficio, que aún no sé cual es, que el puro hecho de tener una profesión.   Entre lo uno y lo otro, estoy contento con lo que he hecho en estos años y así lo conté cuando fue propicio, pero debo confesar que aunque sé que vengo de familia de «constructores», aún no sé exactamente donde puede estar mi mayor posibilidad de ayudar a los demás.  Pero la sigo buscando.

Centro Histérico de Quito

Hace ya 6 meses que dejé Quito.  Cuando estaba ya casi de salida tuve la desagradable noticia de escuchar muy de cerca que se estaba discutiendo acerca de las posibilidades de ciertos derribos en el Centro Histórico.  Mi permanencia allí me dio para salir en un momento en que de rumor se estaba convirtiendo en fatal decisión y empezaban a darse opiniones de toda índole.

Este tiempo me ha permitido, en cierta medida, presenciar una evolución de la circunstancia en los medios pero sobre todo en la realidad, puesto que se han iniciado ya. Esto, junto con el hecho de haber tenido la oportunidad de trabajar considerablemente dentro del Centro en temas relacionados con Casas, Edificios y monumentos en procesos de recuperación, han tocado muchas cosas dentro de mi, que me han permitido sentir una necesidad de comentar  mi opinión al respecto.

centro histérico de Quito 1

El Centro histórico de Quito ha tenido muchos momentos y estos no han empezado cuando es declarado patrimonio de la humanidad, título otorgado por la UNESCO y que al ser así son ellos quienes tienen la competencia sobre ese juicio.  Los momentos de Quito, y esto lo saben de sobra quienes conocen a la ciudad de verdad, están inevitablemente relacionados con una complejidad urbana que poco tiene que ver con un monumento. Me refiero en concreto al alma mismo de toda urbe, su población, y mas aún a unas decisiones que salen de toda normativa, de toda dirección y especialmente de toda planificación y que corresponden a los procesos sociales y las relaciones de la ciudad como ente físico en función de dichos procesos.

Las autoridades, pasajeras siempre, tienen competencias, hasta hoy estructuradas por los procesos de elección y sobre ellos las responsabilidades de los ciudadanos, votantes o no.  A favor o en contra.  Competencias estas — decía — que permiten a los mandatarios tomar decisiones, mas o menos pensadas.  Al menos así quiero entender y que se atañen a interese, como no puede ser de otra manera.  La licitud de estos intereses es tema de otra discusión, pero que no dejan de lado la legitimación del accionar social.  Menos aún en un País, Ciudad o conglomerado social que ha sido capaz de cambiar 7 presidentes en 10 años (1995 – 2005).

Desde ese punto de vista, la discusión en si misma me irrita, puesto que no veo que se camine por una senda que conduzca a un proceso de madurez ni en la toma de decisiones (asunto de las autoridades) ni en lo profesional (asunto no solo de los arquitectos) ni en lo social (asunto de todos), que implique aciertos.  Aunque soy franco en reconocer que esto solo se lo puede juzgar»a toro pasado» y en los proceso urbanos creo que esta índole de decisiones lleva, como poco una década.  Para muestra un botón.  Si

recordamos el Centro histórico de Quito antes del terremoto de 1987, recordaremos claramente que hubo un antes y un después de él, sobre todo en la temática de la recuperación patrimonial.  Para entonces la ciudad llevaba ya nueve años como Patrimonio Cultural.

La discusión se ha salido de todo:

La multiplicidad de competencias, Municipio, Ministerios (mas de uno), institutos (competentes o no); gremios profesionales (incompetentes muchos, puesto que no han llegado a resultados, unos, y otros ni siquiera emiten posiciones por temor a herir compromisos políticos), entre todas las autoridades parecían niños hambrientos arranchándose panes, apariencia desagradable, «máxime» si tomamos en cuenta que no son niños, que deberían tener la madurez para afrontar profesionalmente una posición de esa naturaleza, pero también porque ello mismo ponía en manifiesto el desconocimiento del alimento, para el caso, entiéndase «el tema» .  No se trataba de panes, sino probablemente de un tesoro que evidentemente si se degrada, será porque eso ha sido el resultado de su esfuerzo.

Pero sobre todo y lo que mas me llama la atención ha sido ver a una población impávida, discutiendo en redes sociales, medios de comunicación y toda posibilidad de voz, aspectos tan banales cómo la belleza y la fealdad, cómo los aciertos o desaciertos de profesionales que «descansan en paz» y que intervinieron el centro hace mas de medio siglo, evidentemente, cuando el hombre aún no llegaba a la luna, cuando Kevin Linch apenas estaba elaborando los estudios que le llevarían a publicar en el MIT  la imagen de la ciudad,  Pero sobre todo, el mismo Centro histórico de Quito, no había atravesado los momentos y las circunstancias tan importantes en cuanto al reconocimiento de su patrimonio que se dieran desde los noventas en adelante;  procesos difíciles y duros que no terminan de consolidarse debido a la ignorancia de los políticos, o profesionales oportunistas que con intereses individuales siempre, han manejado un botín de ambiciones para conducir los proyectos a sus arcas personales, cosa que he visto suceder en todas las administraciones a las que ha tenido cercanía.

Es fundamental la investigación histórica, como principio esencial del valor evolutivos de las urbes y buenos profesionales no han sido insensibles de estos valores en Quito.  Recuerdo con mucho agrado las investigaciones de los asentamientos pre hispánicos y la reconstrucción de las quebradas originales de Inés del Pino o el estudio la Ciudad y los otros, por Eduardo Kingman, donde se estudian la salubridad del la ciudad y sus connotaciones políticas…si es que hablando de conocimientos y estudios  serios se podría no terminar.  Hay quien ha hecho conocimiento y quien ha hecho negocio, pero entre los unos y los otros el futuro de la ciudad no es prometedor, pero esto no es una calamidad de los malos profesionales, sino una debilidad que la sociedad Quiteña ha permitido y que por tanto en mayor o menor medida es artífice de ella.

Hoy en día está reconocido a nivel global, las sinergias sociales como elemento fundamental de la intervención de centros urbanos.  Esto si bien no es una novedad, siguen en las reflexiones de las autoridades primando la imagen política, la apariencia y el negocio de un círculo reducido, pero lo que creo que es más grave, es que esto no es un accionar ya de intereses, sino que ahora a la distancia, empiezo a entenderlo como un elemento esencial de la identidad Quiteña.

Finalmente y para resumir, no condeno ni considero un sacrilegio el derribo de los edificios en el Centro histórico de Quito. Por sobre todo considero una debilidad ciudadana, el haber permitido que sin un debate adecuado, la ignorancia de autoridades endebles no hayan permitido a la población misma deliberar y llegar a proceso de empoderamiento y toma de decisiones;  Me parece muy triste el haber gestado una intervención de tal importancia, desde la prepotencia y el abuso poco inteligente del poder, eso por sobre todo explica los pocos criterios contemporáneos de intervención en centros sensibles.  Deja ver también, la muy reducida comprensión de las dinámicas sociales sobre el entorno construido y la casi nula comprensión del paisaje urbano como elemento articulador de imaginarios, y estos como elementos fundamentales del sostén y cultivo de la identidad y por tanto, la ignorancia absoluta de los procesos  reales de sostenibilidad de un espacio patrimonial.

Solo espero que el costo que el Centro de Quito en si mismo pague por este error, sea el que precautele de mayores, pero temo equivocarme.

 

Pies descalzos

Carabiru, autora de unas grandes fotos, unas grandes historias y unas grandes tartas y postres,  se ha propuesto hacer fotos este mes acerca de ella misma, anunciándolo como «Una pies descalzos»
Esto sólo ha sido un pretexto para que mi mente llame…las palabras a la memoria, y me diga:
¿de que te suena los pies descalzos?
http://www.flickr.com/photos/carabiru
http://www.flickr.com/photos/carabiru

Y la reacción ha sido dolorosa, debo decirlo.
Era 1997, yo me subí a bordo del vuelo de un fracaso anunciado.  El día anterior a aquel viaje, llegó a mis manos una cinta de los antiguos cassettes, de «los pies descalzos» de shakira,  quien para entonces era una colombiana que iba a los conciertos en vuelos comerciales, en clase turista, y cargada en sus hombros de una guitarra y una maleta en sus manos, tomaba un taxi directo al escenario.

El taxista, que me contó esta historia, era el que llevaba cada mañana a una chica, que al empezar su trabajo en un aeropuerto a las 5 de la mañana se veía obligada a usarlo como chofer.  Ella fue quien me regalo la cinta y Él quien me llevo en su taxi el día que volví de aquel viaje.   A los dos los conocí por separado y la coincidencia de la relación no la supe hasta varios años después.  Así, para mi, «pies descalzos» es el nombre de la banda sonora de un verano en Madrid.   Es la banda sonora de una aventura de mochilas, de descubrimientos y de fracasos.  Que a lo mejor son las  historias que  quiero ocultar» por no contar miserias,  en el lugar de unas simpáticas coincidencias.
«Pies descalzos» es también el primer libro que compre con salario de delineante, cuándo estudiante de arquitectura y con una vida totalmente plena de estudiante, me enganché a este texto de la aventura de mezclar el sentido social y la arquitectura.  «Esto es lo mío«, me dije, a la par que empecé a encontrar el sentido del azar que me llevo a escoger aquellos estudios.
Este es un post raro, a lo mejor es un escondite, es un acertijo en el que se halla oculto un mensaje de melancolía y del aprendizaje a la vez.  Una sucesión de casualidades, como los mejores aprendizajes

¿Cómo pillar hoy esta frase?:
«Pies descalzos»
Un ímpetu de  libertad que muchas veces intento coartar.
No sé bien que quiero contar, y no sé bien que quiero ocultar.  Este es un post raro, a lo mejor tan raro como el ansia que siento ahora, intentando escudriñar en esta actualidad liquida, en la que lo único con la que se puede contar es con la incertidumbre,  de a qué camino apostar, la misma incertidumbre que sentí  hace más de 15 años.

Mudando de PIEL

Lo que voy a contar no es un verso, ni quimera, es la realidad de ayer en la tarde-noche, a lo mejor es una fabula mía, pero como tal, es REAL.
He pasado varios días, casi desde que cambio el año, pensando, creyendo…convenciéndome, de que algo venía, algo terminaba, algo moría y algo estaba naciendo.  No tenía muy claro que pero como tantas otras veces he cometido el error de querer encontrarlo, definirlo y catalogarlo.  De pronto una suerte de ataque de cordura me ha llevado a tratar de escuchar a mi interior.
Intenté olvidar las categorías, la taxonomía y hacer un ejercicio de percepciones, intenté sentir y guiarme por mi intuición.
El resultado: ayer cogí mi bicicleta, usé cualquier pretexto y salí de casa, dejé que el viento me atropellara y me encontré con el Mar.
Recordé que mi compañera, cuando le alejé de su mediterráneo, me pidió prometerme que le ayudaría a que vea el mar por lo menos una vez al año.  No le entendí mucho, entonces, pero se lo cumplí y con creces, porque subimos a océano.
Recordé que conozco un querido surfero, que ahora vive en Madrid, porque tiene alma cosmopolita y como no se atreve con el manzanares, cuando está aquí, «va a ver el mar«
Recordé a Francisca, «la niña pancha» de LA TIGRA, cuando siente el llamado de la selva.
recordé que durante todo este tiempo de Mutación, una de los pesos mas grandes ha sido la ausencia de «mis montañas«, el entorno que probablemente era el icono de mi territorialidad, es decir el suelo de mi identidad.
Pues ayer, quise, necesité, ver el mar, y con ello creo que me he graduado de AQUÍ, dejando un Allá, en el interior de mis experiencias.
No contento con eso, y sobre mi bicicleta, sentí que ese llamado que tenía dentro, era a todos mis sentidos.  Era una llamada del territorio a mis percepciones y una necesidad de probar mi pertenencia.  Estaba atardeciendo y pronto obscureció, justo en el momento en que al meterme en mi pequeña ruta, empecé a sudar y aventurarme en medio de la penumbra de una noche de luna por los caminos del cabo, entre rocas, calas, algo de arena y un poco de  arbustos, sentí o me dejé llevar por los senderos, como intentando probar hasta donde llegaba mi percepción de la sinuosidad de cada sendero, de cada calita.
Cuando terminé, intacto, sin caídas y seguro de que era así porque hoy es ese mi camino, me detuve y quise grabar el sonido del mar, más que en un dispositivo, dentro mio, que creo que es el sonido que hoy llevo dentro.
Este creo que es uno de los post más íntimos que he hecho, sepan guardarlo o compartirlo, según su interior.