Hoy pensaba lo extraño que es ver a las personas fuera de sus roles cotidianos. Los payasos toreando, las estatuas en movimiento, los políticos bromeando. No sé, es como si se plantease una ironía a la vida, como esos chistes que alguna vez estuvieron de moda bajo el titulo de «el colmo de los colmos».
No sé cuando los artistas están dejando de actuar. Cuando he tenido oportunidad de estar junto a actores, he podido ver que el dicho de «la vida es un teatro» y por tanto nos pasamos actuando todo el tiempo, no está lejos de ser realidad.
El «Negro» Carlos Valencia en
Ratas ratones y rateros sé que actúa poco, porque sé como es Él en su vida cotidiana; lo mismo me pasa con El Panchito Aguirre en
que tan lejos, sin embargo la distancia que el común de los mortales tenemos tanto del glamour, como de todas las demás dimensiones de hollywood o los medios de las super producciones, nos impide saber como son las super estrellas en la realidad, en la cotidianidad, y si algo sabemos, lo más probable es que sea por una revista del corazón o un comentario de peluquería, por tanto prefiero pensar que Jack Nicholson no actúa en
mejor imposible, sino que simplemente se deja ser él mismo, o el Robin Willams de
patch adams, o Alpacino de
perfume de mujer incluso el Richard Gere de
entre dos mujeres o el Peter Coyote de
luna de hiel…en fin son muchos actores que definitivamente son convincentes, tienen oficio.Pero últimamente me han maravillado dos sensaciones muy nuevas:
La primera tiene que ver con
Rudo y Cursi, la última película de Diego Luna y Gael García Bernal, me parece que más allá de la brutal fuerza interpretativa de ambos, existe una suprema complicidad que le otorga a la película una característica casi, casi de documental. La Película está muy bien, bien hecha, el guión es apropiado y la estética está muy cuidada, pero es realmente la puesta en escena de ellos la que le da una connotación particular.
En
y tu mamá también, igualmente película dirigida por Carlos Cuarón, creo que ya se ve esa complicidad actoral, pero es opacada por la exuberancia de Maribel Verdú y todo lo que ella aporta.
La segunda tiene que ver con una película del 2006,
la vida en 65 minutos, de María Ripoll con guión de Albert Espinoza (planta cuarta), se plantea un tema que me traslada totalmente. La muerte como éxtasis de la vida. «y si fueses tan feliz que no valiese la pena buscar más» es la frase de la película. Una comedia
Light acerca de la muerte. tiene tantos elementos cotidianos que logra que uno se salga de la experiencia fílmica. «soy yo viendo una película que no es realidad», y de pronto te encuentras mucho más allá del logro de la veracidad de los actores-personajes y estas cuestionándote la vida.
¿El suicidio es cuestión de valentía o cobardía?
!NO!, Más allá mucho más allá. La sublime realidad de la consecución de un objetivo vital. Cumplido el objetivo, ¿para qué más?
Fantástica invitación a mirar la muerte, lo más lejano posible de lo convencional.