Original publicado el 27 de marzo del 2019

La cotidianidad nos vuelve claramente vulnerables al mainstream prácticamente de cualquier naturaleza.  Ya sea por morbo, por hacer conversación de bar, por hojear un periódico en el desayuno, es casi inevitable vernos salpicados de ello.  De esta manera, permitimos que la cotidianidad misma nos empuje a ir de escándalo en escándalo, de reality en reality…  Así, perdemos la noción y la conciencia de valorar la calidad, impregnando todos los eventos de una naturaleza sórdida, superficial, debilitando claramente nuestro criterio de juicio y volviéndonos en gran medida víctimas de un consumismo que, como una máquina, nos termina por devorar.

A lo mejor, éste es un efecto del neoliberalismo y está bien. O no. A lo mejor, si que podemos hacer algo.

La arquitectura y sus disciplinas afines no están exentas de este mismo mal.  Sin que seamos realmente conscientes de cómo se altera la percepción y por tanto la formación de nuestro imaginario, el mismo del que tiramos al momento de buscar inspiraciones o ideas del trabajo creativo.  Justamente en una anterior entrega a este mismo medio, comentaba cómo la construcción de nuestra idea de ciudad no solamente tiene que ver con lo escrito por Lynch, lo estudiado  por Rykwert, lo investigado por Delgado, Silva y tantos, sino también por todo lo que nos va alimentando como repertorio de imágenes.  En el citado artículo, hacían alusión a recreaciones digitales de videojuegos, pero ahora me interesa resaltar lo que implica ese mainstream de la “gran arquitectura y los grandes arquitectos”

Hace poco José Ramón Hernández, convocaba por redes sociales, a sus no pocos seguidores a elaborar un listado de los 20 edificios más destacados de la arquitectura moderna.  Esto, a propósito de la gran actividad que suscitó un artículo publicado en el País sobre el reciente libro de GG, en el que arquitectos de prestigio han colaborado en definir 100 edificios del siglo XX.  Sinceramente, me alegró mucho la iniciativa de José Ramón por una razón fundamental, y era que ponía a mano y hacía abierta y alcanzable la participación de una iniciativa interesante, que por ese mismo argumento hacía algo más prosaica y cotidiana.  Personalmente, me interesa más un listado así, antes que las obras famosas ordenadas por famosos, y sin embargo de lo cual, creo que tanto el orden como la representatividad de muchas es extremadamente relativa.

¿Podemos discutir de la validez y representatividad de obras como la Villa Savoya, el MoMa de Nueva York, Casa Farnsworth, o Ronchamp?

Pues claramente que no, no podemos.  Podemos discutir su posición en un listado y siempre habrá polémica, pero nunca podríamos dudar de tan contundente aporte al desarrollo de la arquitectura, de un momento en el que se cambió todo. Un momento en el que se replantearon principios de la arquitectura que aún tienen vigencia.

Entonces, ¿qué nos merece la pena discutir?

Yo apuesto por la obra sencilla.  Apuesto por esos arquitectos locales que se dedican con vehemencia a proyectar, resolver problemas concretos para clientes con cuentas limitadas.  Apuesto por esa obra sencilla, cargada de un acervo contundente, de una identidad que es inevitable y que se revela en formas arquitectónicas que una a una hacen ciudad.  Apuesto por esas pequeñas obras que muchas veces ni siquiera son publicadas.

Hace poco, repasando bibliografía para un tema en concreto, recordé un par de ejemplos que quiero compartir.

El muelle y edificio de servicios para el puerto de Alicante, conocido actualmente como el bar-cafetería Noray, me ha permitido caer en la cuenta de que no  es solamente el edificio en sí como “objeto arquitectónico” lo que nos merece la pena valorar, sino que es necesario un conjunto de elementos que ponen de manifiesto una obra que nos aporta, más allá del brillo mediático, del autor, e incluso la trascendencia internacional que pueda tener.

 

Imagen: Bar caferería Noray, Alicante.  Merxe Navarro.  merxenavarro.com

Un valor muy importante, en esta obra menor, sí que es la trazabilidad del proyecto, esa posibilidad de saber y llegar a conocer las circunstancias en las cuales se debate y se forja una idea que luego puedes ver cómo se materializa.  Quiero decir que suman y mucho, los antecedentes de las circunstancias en las cuales se desarrolla.  Éste, en su caso, es un edificio que viene a procurar la presencia del fatalmente derribado edificio del Real club de regatas inaugurado en el año 1911 y derribado sobre los 90’s, y busca una articulación con mínima presencia en dos líneas del puerto, que lo logra pese a alguna desarticulación de usos a posterior, por parte del promotor.  Una situación delicada y compleja que el autor logra no solamente salvar con la propuesta adecuada, sino que integra de manera delicada al paisaje marítimo del puerto, tanto como la primera línea construida y visible de la ciudad, vista frontal de la llegada de los catamaranes locales.  Más detalles se pueden encontrar en esta interesante reseña de Merxe Navarro.  El Noray, Proyecto que García-Solera ganó por  concurso hacia el año 2000 y fue publicado en un exquisito libro de Juan Calduch llamado “Building Boats”, en el que se hace una escrupulosa narración del proyecto.  Con lo cual queda consumado el registro del mismo, con una obra impresa, muy completa y delicada, que en lo personal considero es la mejor obra escrita de arquitectura, no solamente por el proyecto al que hace referencia, sino también por la narrativa, es decir la forma como, mediante los capítulos, palabras y gráficos el proyecto queda totalmente comprensible, y por ende, la utilidad que ello representa para quien lo lee.  El Noray, obra que además de su tamaño, naturaleza—un bar-cafetería—su situación y uso, lo ponen en total disponibilidad y acceso, de tal modo que por el sencillo valor de una caña y unas olivas puedes sentarte a percibir su espacio, si tienes más suerte y algo de planificación, incluso puedes disfrutar de un concierto de jazz al borde del mediterráneo.

Otro caso que tengo mucho en mente es: “Es pequeño, llueve dentro y hay hormigas”, una gran publicación de Federico Soriano y Dolores  Palacios.  Imágenes generadas por ellos dentro de sus procesos de investigación y pensamiento, dentro y fuera de sus proyectos.  La publicación es un pequeño libro que tiene muchas maneras de ser leído.  Una primera, convencional, de adelante hacia atrás.  Una segunda, a manera de un juego mediante unos desprendibles, de doble imagen a manera de piezas de dominó que son la cubierta del libro.  Cada partida de dominó es una forma secuencial de capítulos a leer y así hasta 748 formas diferentes. Y por el dorso de las piezas de dominó viene una identificación en código de barras y el orden de las páginas de las imágenes que agrupa un proyecto.  La propuesta va mucho más allá de ser divertida, si uno se propone en el ejercicio de lectura objetiva, descubrirá que se convierte prácticamente en una suerte de oráculo de motivación o inspiraciones gráficas azarosas, muy recomendable al momento de tirar de él para el trabajo creativo.

Imagen:  Es pequeño llueve dentro y hay hormigas, Soriano Palacios.  Portada.

La “gran arquitectura” siento que está en una trascendencia distinta.  La vivencia del espacio en directo, la apreciación del entorno y sobre todo la percepción de una escala y proporción humana, sólo posible con la presencia física, que otorgan a la experiencia de la arquitectura unas condiciones realmente particulares y no asimilables mediante otros métodos que no sean ese contacto real.  Pero el viajar cuesta y mucho, el coincidir con la plena disponibilidad de acceso a un “monumento de arquitectura”, no siempre resulta fácil y accesible, pero nos quedan experiencias y alternativas que pueden permitirnos otras—si bien no reemplazables—formas de aproximarnos a la experiencia arquitectónica.

El mismo José Ramón Hernández, junto con Eduardo Almalé, generosos difundidores de la arquitectura moderna,  protagonizaron el año pasado una experiencia novedosa y divertida.  A propósito del lanzamiento de Breviario de  Ronchamp, libro publicado por Ediciones Asimétricas, propusieron de manera abierta 53 coloquios denominados #BreviarioRonchampNº a través de twitter, en la imagen adjunta se puede observar cada una de las portadas de los coloquios, si entras en el enlace correspondiente accederás a un momento de twitter que agrupa los tweets destacados de cada jornada.  Muy recomendable revisar el libro con los momentos adjuntos.  Otra forma de lectura.

Imagen:  #BrevarioRoncham guía de coloquio a través de momentos de twitter.  Cortesía de Eduardo Almalé [@almale] 

Quiero imaginar a ese joven estudiante de arquitectura de un país de fuera de la Unión Europea, imagino lo lejos que debe ver a Ronchamp e imagino en ese déficit lo fructíferamente provechoso que le puede ser un formato como este.

Insisto, los tiempos han cambiado, la actualidad de la arquitectura demanda más que nunca renovaciones y estrategias innovadoras que permitan fructíferos caminos, probablemente para acercar a los clásicos, pero sobre todo a sacarle partido a las herramientas contemporáneas en favor de la creatividad y nuevas perspectivas del quehacer y del pensar en arquitectura.

 

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