People for Bikes from BLACK SWAN on Vimeo.
El 17.06.2010, había escrito esto:
Luego de algunos avatares temporales, he logrado volver a ser ciclista urbano. El otro día escuchaba a Juan José Millas, a propósito de la reducción del límite de velocidad en las autovías a 110 Km/h, comentaba que le parecía que era un límite humano, porque permitía mirar, observar, ver el rostro de las personas. Algo similar es lo que pasa con la bicicleta. Yo apuesto a que la mayor contribución que hace un sistema de movilidad de tracción humana como este, es la posibilidad de la inmersión en el paisaje, la misma que está relacionada con un equilibrio entre nuestra velocidad de desplazamiento y la velocidad de la ciudad, que a lo mejor es lo más cercano a lo que se podría definir como el Latido de la ciudad, su pulso.
Pero lo interesante es que esa actitud, de «soy parte de», que implica disponerse a vivir la ciudad, se contrasta potencialmente con el aislamiento del automóvil. que no está nada mal: mola ir con aire acondicionado mientras fuera hay más de 30 grados, está bien disponer de un vasto surtido musical, los niveles de confortabilidad a día de hoy son espectaculares, pero sobre todo, el automóvil está vinculado con un concepto: El individualismo, yo y mi micro mundo inmune. El cual, demás está decir, que se contrapone con la generosidad y la consideración al los demás, conceptos básicos de vivir en sociedad y territorialmente en ciudad.
La bicicleta es otra cosa, su concepto en si mismo vincula una capacidad totalmente humana, yo y mi tracción, mi potencialidad y ni tenacidad. La bicicleta además te pone en una franca vulnerabilidad (desgraciadamente desagradable, si lo enfocamos desde las posibilidades de descuido y agresión vehicular) a los estímulos urbanos, sus sonidos (que no todos tienen por que ser sinónimo de pitos y contaminación) sus olores, (que no todos son sinónimo de smog), en definitiva, su pulso. El tema es como nos queremos plantear la experiencia de la ciudad, como actores, generosos, sí, vulnerables, o con la mezquindad propia de esta época. Como queremos vivir nuestra experiencia urbana. desde el egoísmo o desde la generosidad. desde cual de estas perspectivas podemos construir un civismo útil y contemporáneo.