Una herencia

Durante mucho tiempo de mi adolescencia, compartí viajes al campo con mi padre, eran casi tres horas de trayecto en coche, unas veces más disfrutable que otras.  Un padre cuarentón y un hijo adolescente no siempre se encuentran en temas de charla.  Ahora lo sé porque estoy aprendiendo desde el otro lado.

Uno de los temas en los que siempre me interesé y de los que mi padre disfrutaba hablar, eran historias reales pasadas, esas pequeñas mitologías que se construyen en cada clan y que sin que nos diéramos cuenta pasan a ser parte de la riqueza de la tradición oral que no habíamos/hemos perdido algunas familias; eran temas que tenían que ver con el origen de nuestro apellido.  Fueron muchos años de un tema reiterativo, que volvía una y otra vez y siempre con algún cachito nuevo.  Finalmente, tomó una trascendencia seria, cuando mi padre me comentó que un primo suyo había hecho un trabajo serio de construcción de una árbol genealógico, pero este árbol arrancaba exactamente un siglo antes de que yo naciera.  En 1868 la zona noreste de Ecuador sufrió uno de los terremotos más devastadores de aquel siglo,  entre otros, el pueblo de  Mira, fue muy castigado.  Para la reconstrucción de su iglesia, algún tiempo después,  se trajo a un albañil,  de quien solamente se sabía que venía del norte, tal vez Colombia o Venezuela.  Al parecer éste sería el primer Hidrobo en tierras ecuatorianas.  Desde aquel hasta mi padre, el árbol estaba construido totalmente, inclusive las descendencias con las variables del la h y la b, que ahora se las conoce como provenientes de Guayaquil y Cuenca, pero sin embargo faltaba lo anterior a 1868.

En el año 97 en un evento internacional de accesibilidad, al que representé al País,  en Cartagena de Indias, conocí a un funcionario venezolano quien me comentó conocer a una persona con mi apellido dentro de su institución.  Eran tiempos ya de internet, algo incipiente, épocas de «netscape» , por ejemplo, y  yo le pedí que preguntase si tenía algún interés o conocimiento en la genealogía del apellido, y que de ser así, se pusiera en contacto conmigo, lo cual, un par de años mas tarde y luego de no mas de cinco correos dio su fruto.  El me confirmó la presencia de antepasados con el apellido incluso antes de 1800, la conexión con el mismo apellido en Colombia y sobre todo la relación con Huidobro y la presencia en Chile del mismo apellido.   Es más, en uno de los correos, recuerdo que me comentaba de la tradición colonizadora en tiempos de inmigración, de identificarse con el lugar de origen, nombrándolo como un segundo apellido, así los Fernandez de Álaba o los Ramirez de Zaragoza, y que el apellido original emigrado a américa era García de Huidobro, apellido que en la genealogía si que aparece tanto en Huidobro, Burgos, como en Chile de siglos anteriores al XIX.

Ya viviendo en España, y en uno de los viajes de visita, recuerdo cuando le conté a mi padre que Huidobro era un antiguo pueblo abandonado y perdido en la provincia de Burgos, del cual tan solo quedaban los restos de una pequeña iglesia de neorománica, su emoción fue algo así como participarle de un hallazgo muy importante y desde entonces y sin más, cada vez que volví de visita a Ecuador, me preguntaba:

¿Has llegado a ir al pueblo?

Cierta y lastimosamente siempre le dije que no, que no había podido, excepto la última vez, en que le conté que al volver de Cantabria habíamos intentado llegar, no lo logramos, fuimos por Pesquería de Ebro y nos quedamos a tan solo 4 kilómetros. Cuando se lo conté a Papá, me llamó la atención que sus preguntas fueron pocas y particulares:

«¿Cómo era?, ¿Qué colores tenía? ¿A qué olía?»;

Entonces era Febrero del 2015, con su muerte  en noviembre del mismo año, supe sin lugar a dudas que era un tema pendiente que había que quitarse de encima lo más pronto posible.

En Enero del 2016 aprovechamos el inicio del año y la vuelta de nuestro hijo Joaquín que estudia en Burgos, para hacer un viaje familiar que traía la tarea, que para mi y sin haber hecho compromiso, estaba pendiente.

Lo épico ya no se halla con facilidad en estos días y mal estaría pretenderlo, fue un viaje ameno y divertido con algo de neblina que si que dio un matiz particular, pero sin dificultad y en algo más de una hora desde Burgos, llegamos a un paraje campestre, invernal, y ganadero en el que justamente encontramos las ruinas de la Iglesia.

Así sin más y al volver intenté hacer este post y no pude, creí que faltaba algo.  Compartí con la familia las imágenes de los primero Hidrobo que habían llegado a Huidobro, de donde alguien salió algún día a hacer las américas y se quedó.

Me encanta que «Las Américas», por eso de los diptongos y los quichuismos, le tunearon al apellido.  Creo que nada mejor que comprender un mestizaje, desde el idioma y el lenguaje y su semiotica.  Este post lo borronee entonces, lo releí decenas de veces, hasta que el dolor de no haber llegado a decirle, Papá…llegué! y el pueblo huele a campo húmedo, tiene colores ocres y mates y tus nietos han corrido allí…me ha superado y hoy a dos años de que nos hayas dejado, soy capaz de decirte que es un día de alegría y fiesta de recordarte en paz, porque nos dejaste la más grande de las herencias, una sensatez en los principios, la intuición del bien y un afán de curiosidad.  Con ello sé ahora, que tu nietos llegarán a donde siempre tuviste ganas de ir, y seguro que más allá y sé que todo eso, de alguna extraña manera será en tu compañía y con tu presencia.

Te quiero Papi

 

 

Re leyendo las intervenciones

Entre cartones, en medio del patio, yacía doña Margarita clasificando juguetes de venta para la Navidad venidera. Una montaña de cajas similares llenaban uno a uno los cuartos húmedos y malolientes de cada división de espacios, bodegas más bien. Me detengo y repienso por no llamarlos habitáculos, porque las condiciones de habitabilidad habían desaparecido hace decenas de años. Sin embargo, esa penumbra, esa ausencia de luz, que nubla la certeza y opaca el tiempo, permite acercarse con un morbo que turba la razón.

El tiempo, la historia y la memoria que se almacenan entre esas paredes ásperas, que abrazan y te hacen perder la escala, para solo dejarte fugar en el cielo azul de los patios.

Sí.  Seis, seis patios con un mismo cielo, seis patios atados con cuerda de pasillos y nudos de umbraladuras. Atados con madera fina de talle rústico, tan rústico que parece que la burguesía urbana de la república le había pasado indiferente.

Tengo el cuerpo frío de desconcierto. Atravieso el zaguán de salida.  Me cuesta abrir la puerta, casi escotilla, que separa el silencio de la memoria de la realidad cotidiana.  Pienso que esa bulla, esos gritos, están macerándose en el día, para fugarse en la noche hasta el interior de los muros de adobe para guarecerse de lo frívolo.

Cierro la gruesa puerta y mi mirada pidiendo respiro se escapa al cielo. Cielo de patio, ahora infinito y me asaltan las letras patojas y antiguas incrustadas en la piedra, pensaría que es más bien la piedra la que ha crecido a su alrededor.

«Alabado sea el santísimo sacramento, acabose esta portada en el año de nuestro señor de 1671» 

137 años después de que ésa, la otra, la nueva ciudad apenas empezaba a nacer y cuanto más puede haber detrás, cuanto que el dintel de piedra oculta y no cuenta.

Los patios, sus paños blancos, la madera curtida, el Higo del fondo y los aleros, cada canecillo, una a una cada umbraladura y paño, saben que los años no son números ni calendarios, los años son patrimonio y memoria.

Los adobes con los se construye la cultura de lo que somos.

 

17 de noviembre 2001, una de las primeras visitas a la casa del alabado antes de su intervención.

2

Hace poco una escuela de rehabilitación me invitó a dar una charla que marcaba la apertura de un nuevo curso lectivo, el preparar esa conferencia me obligó escarbar antiguos archivos de las obras a las que haria referencia.  Ese ejercicio de ir y volver entre el recuerdo y la lectura me sugirió reflexionar acerca tiempo de madurez. He encontrado un manuscrito en uno de los primeros visitas casa del Alabado,  y he repasado la presentación de diapositivas de esa conferencia;  entre ambos hay casi 15 años en los que cuentan  de espacios y momentos que hacen referencia a una misma sensibilidad a un mismo objeto y una misma persona y creo que la distancia y el tiempo permiten agudizar las reflexiones.

Origen

Es muy importante detenerse y evaluar.  Creo que es también importante eso de «pensar despacio para andar deprisa» ;  pero sobre todo creo que a veces la melancolía de los recuerdos…puede tener cosas profundas, tanto o tantas como para marcar nuevos horizontes.

Hace poco, Jorge narró una anécdota que conectó a varias personas en ese revisar un Origen del porqué de una profesión y este es el mío y lo hago hoy que justamente cumplo 16.600 días de vida, solamente un número cerrado que me permite festejar un día, procurando así justificar que hay días, cada uno tal vez, tan festejables como un año.

Pues yo soy arquitecto por varias razones, la primera es que me familiaricé muy pronto con el medio de la construcción, mas de obras civiles, gracias a la profesión de mi padre, que a la arquitectura propiamente, pero dentro de los recuerdos importantes está un puente que hice con ocho años, para que mis coches matchbox, atravesara un riachuelo de aguas lluvias del jardín de casa.  El puente duró años, hasta que en una de las reformas del jardín se decidió conducir las aguas con una canal de hormigón.  Recuerdo al albañil, por su singular nombre, se llamaba Adán y yo pasaba horas mirando como trabajaba, hasta que llego el momento de retirar mi puente, que luego de forcejear con palas zapapicos y barretones, me preguntaron como lo había hecho y yo muy orgulloso les bajé de casa «los planos», con los cuales se pudo desenterrar el puente que tenía una cimentación algo mas grande que la luz que salvaba.

A los 14 años me cansé de compartir la habitación con mi hermano y le pedí a mi padre que me dejase una pequeña terraza que había en casa, para hacerme mi habitación.  La terraza ya estaba cubierta, con lo cual solo tuve que hacer un par de tabiques y fabrique la ventanería con madera solida ensamblada pieza a pieza.  Tanto el puente como la obra de mi habitación, creo que las podría dibujar aún, pero daría lo que fuera por tener los planos y apuntes comentados como recuerdos de aquellos primeros pasos.  Luego ya de adolescente me hice dinerillos haciendo mil y un bricolajes que lograba vender a propios y extraños y pronto me di cuenta del valor de mi trabajo.

No recuerdo precisamente un momento en que haya tomado la decisión de optar por la carrera, más sí que recuerdo de varias conversaciones en distintos momentos en que mi padre me planteó, más en plan de «reto», varios pasos que creo que fueron estratégicos, más con mi autoestima de superación antes que con la materia en cuestión.

Recuerdo visitarle en su despacho, luego de haber aprobado el curso pre universitario para decirle que me acababa de matricular en arquitectura y Él me respondió que creía prudente que habláramos cuando termine primer año.  Al terminarlo y aprobar todas las asignaturas, volví a hablar con Él igualmente en su despacho, (las conversaciones serias dejaron de ser en casa desde algo antes de los 18) y en esa oportunidad recuerdo que Él me dijo que estaba bien, pero  que lo que aseguraría mi buen inicio profesional sería que ese sea el modelo de los 5 años restantes y lo logré, cuando terminé la carrera, en 6 años y lo festejábamos tuvo un momento en privado para decirme que ahora si que empezaba lo difícil y que el reto era «hacer oficio» y ser capaz de vivir dignamente de ello.

Hace poco, a principios de años mientras disfrutaba de mi experiencia en el país, tuve la oportunidad de pasar mucho momentos lindos con mis padres, que en plan jubilados y en su campo, con tranquilidad, se pueden tomar tiempo más relajado y amplio para charlar revisar y volver a disfrutar de anécdotas como las que he comentado.  Aproveché también para ponerlos al tanto de mis inquietudes actuales y al narrar de manera detenida mi actual punto de vista, sobre las cosas que me interesan, el patrimonio, la identidad, el entorno y el mundo digital, los sentimientos los imaginarios y sus múltiples relaciones con el espacio, mi padre tuvo expresiones de desconcierto y que me dejaron ver que aunque comprendía lo que le narraba, no dejaba de sorprenderse y hasta desconcertarse y entonces me dijo:  «te has dedicado a un oficio que no conozco, pero solo el ver la pasión con la que lo cuentas, sé que supiste tener la intuición correcta para ir por lo que te hace bien».

Esa frase me conectó con un momento particular que viví hace no mucho tiempo.  cuando gracias a una coincidencia tonta, abrí mi perfil de twitter el mismo día que supe que mi homologación de titulo había sido rechazada y fue entonces cuando decidí ser Ex Arquitecto.  Sé que parte de eso tiene que ver con la propia morriña de no poder luchar con el sistema, pero otra parte que también me interesa es esa de querer convencerme de que siempre fue más profundo el ánimo de cultivar un oficio, que aún no sé cual es, que el puro hecho de tener una profesión.   Entre lo uno y lo otro, estoy contento con lo que he hecho en estos años y así lo conté cuando fue propicio, pero debo confesar que aunque sé que vengo de familia de «constructores», aún no sé exactamente donde puede estar mi mayor posibilidad de ayudar a los demás.  Pero la sigo buscando.

20 Años

1   9   9   2.

Dynamo de Sodastereo, en donde el riff de inicio de Primavera 0…cantaba de manera eufórica que nadie puede vivir sin amor…que algo empezaba mientras algo pasado se iba!!!

El 14 de septiembre de 1992, dentro del programa televisivo «Ándale«, conducido por  Paco Stanley, la banda «chilanga» los Caifanes…hacen un comentario respecto a que su música surge como una inspiración de Agustín Lara, Benny Moré y los Red Hot Chili Peppers, y todo esto sucedía mientras Kiko Veneno lanzaba el «echate un cantecito«.

Estas citas…musicales…inciden en un momento en que la intención de los purismos estaba a punto de empezar una determinada decadencia, aunque sea nominal o visualizable o verbalizable.  En ese entonces, eran las corrientes filosóficas del post modernismo las que empezaban a intuir una serie de cambios que marcarán los noventas.

Estas citas me parecen oportunas, no solo porque coinciden con el año en el que terminé la carrera, sino por la manera como marcaron el panorama musical, una forma poco convencional que en gran medida intuía una serie de cambios irreversibles que innovaban los caminos anteriores con propuestas diferentes.

Hace 20 años, formalmente empecé un oficio.  Un primer proyecto,  un centro de rehabilitación para ciegos y deficiente visuales nos planteó la posibilidad de investigar acerca de las percepciones de la arquitectura, ello nos desembocó en la reflexión del espacio desde las percepciones que no implican la visión.  El olfato, el sonido, el tacto, los sentidos fisiológicamente reconocidos.  La experiencia acarreó una serie de eventos investigativos que fueron desde conversaciones largas y serias con ciegos y deficientes visuales acerca de la ciudad, la arquitectura, las percepciones, la estética del no vidente y mucho más, que independientemente del «objetivo en cumplimiento» nos enriqueció de manera muy valiosa como investigadores y siento que de alguna manera condicionó lo que luego sería mi ejercicio.  Poco después, tuve la oportunidad de hacer una especialidad  en accesibilidad lo cual para mi cerró un capítulo formativo en el tema y abrió una puerta a un ejercicio altamente específico que creo que finalmente no se termina de entender,  considerando a la accesibilidad como un compendio normativo de pasamanos y rampas, cuando su reflexión básica parte del estudio y acceso al entorno físico sin que sus limitaciones sean una condición de marginalidad para los usuario, un espacio en que quepamos todos y nos movamos con soltura, sin miedos y con deleite.  Hoy sé que eso solo es posible bajo la construcción de espacios basados en la tolerancia, las diferencias y los consensos colectivos.

Cuando por invitación de Luis López, empecé a ejercer la rehabilitación de patrimonios y todas las disciplinas y artes propias de la recuperación, pensé que me había ido totalmente de aquella línea de interés.  Fue Jorge Coellar, mi maestro de Feng shui, (termino que intento no usar, en vista de la irrefrenable prostitución que ha tenido el término en occidente) quien me guió en los conocimientos de esta disciplina ancestral china y sus relaciones con las tecnologías alternativas andinas y de éstas a la particulares propiedades de la construcción en tierra, pilar fundamental dentro de la recuperación patrimonial.   Así entonces, logré Juntar dos temas básico de mi aprendizaje, los conocimientos de arquitectura vernácula de dos puntos tan distantes y todo el fructífero trabajo que puede compartir con el estudio de Luis López, en materia de rehabilitación.

En medio de esto, el tiempo iba pasando y yo entre el diseño, la docencia y la experimentación en la rehabilitación iba aprendiendo caminos poco lineales, que me dejaban practicar sobre todo la investigación en ámbitos que cada vez se alejaban mas y mas de la arquitectura de «encargo», e iba intrigándome en la relación de esas pequeñas tareas experimentales como granitos de una construcción macro que era la ciudad.

A partir de una nueva etapa, con cambio de entorno incluida, empiezo en España a comprender otro entorno como elemento importante de mi identidad, en construcción de nuevo, y dentro de esto las líneas de trabajo que abordamos con Jorge Toledo y Laura Gea en Activadores Urbanos y entorno a herramientas digitales, empiezo a hacer ejercicios que me permiten relajar mi comprensión de la Ciudad y su complejidad desde una perspectiva más contemporánea.
A partir de la experiencia que tuve en la participación de la construcción del mapa emocional de Alicante, basado en situacionismo y psicogeografía, pensé que me estaba abriendo otro canal importante de interés, pero fue Sergi Hernández quien me ha permitido encontrar con su eGlia, que no es otro, sino que es un uno mismo y es el que se resume en la construcción de la ciudad.

20 años no son fáciles de resumir, pero me alegro de haber empezado en lo que creo que fue importante y terminar con lo que creo que soy hoy en día, como un propósito de re-definición, o de corte de cuenta.

Estoy casi de viaje, una experiencia de nuevo gracias a Luis López y su despacho, a un proyecto al que tengo muchas ganas, porque creo que es una gran oportunidad de poner en práctica muchas cosas juntas de las que ha aprendido en este tiempo y que gracias a la colaboración de Adela y María de Niquelarte espero poder documentar debidamente en al sitio mas lejano del centro de la tierra y por tanto más cercano al sol.  sé que cada vez me siento menos arquitecto…como generalmente se define la profesión, pero cada día más contento de desubrir – me – en más aprendizajes.

Me dejo mucho en el camino, los cientos de cafés y charlas con grandes amigos y maestros que han influenciado en este tiempo y a quienes les guardo inmensurable gratitud.  Gustavo Balarezo: Quien me enseñó a caminar con un fotómetro en el ojo, Socrates Ulloa: el arte, la ciudad y la bohemia.  David Santillán: montones de comida, bebida, proyectos, arte, discusiones y sueños.  Julián Salas, gran maestro y la palabra de la única estrategia de la solución a la vivienda.  Mucha gente nueva que ahora tengo suerte de tener cerca y de quien aprendo.  Domenico Di Siena: la ciudad del futuro.   José Abellán: las imágenes con caminos intuitivos acertados.  ….mis compañeros del master Diwo y egruyère, gente joven nueva y activa.

Si tuviera que agradecer, no terminaría.  Pero hay una mención que aunque no sea profesional de oficio, es personal de apetencia: gracias infinitas a mi mujer que me ha soportado en noches de concursos, tareas nocturnas, trabajos inpagados y ahora en ausencias…solo por compartir unos principios que son inalienables;  y gracias a mis tres mosqueteros, mis pequeños, que me han dejado alimentarme de ellos para tener el combustible de seguir aprendiendo.

Clementina [una Flying Pigeon Original]

Primer día de verano oficial de los niños. 9 de la tarde, ataque urgente al supermercado por lechugas.  Por urgente, el coche fuera del parking en la acera de un parque cualquiera, de esos de mucho hormigón en el suelo y poco verde, poca sombra.
Banca de parque.  Mujer pasados los cincuenta y tantos, bata playera, blanca y ligera. Bolsa de fritos en la mano, sentada cómodamente tomando el fresco bajo una de las pocas sombras.
Junto a ella, una maravillosa pieza de diseño de los 50´s, hierros negros bien cuidados y brillantes, accesorios de hierro niquelado, con ligeras «pecas» de oxido», la edad se dejaba ver, pero el cuidado y la buena vida también.
Me fue irrefrenable la necesidad de contar a mis niños que en una muy similar, una Raleigh, de más de 20 kilos y sin velocidades, su abuelo había recorrido todo el país en 1950, cuando las carreteras eran empedradas y que esa historia junto con otras más fue parte de un símbolo familiar de afición a las bicicletas.
Mi Padre en 1950 al llegar a Guayaquil.
En 1950 fue cuando nació FLYING PIGEON, la bicicleta «de la china comunista«.  Claro, todos sabemos, hemos leído o someramente nos hemos enterado de la gran aportación que tuvo la bicicleta como medio de transporte en China.  Pero frente a la gran «fama» que tienen los productos chinos, ¿que puede tener de especial esa bicicleta?
Muchas cosas.  Para empezar creo que un producto (cualquiera) que se ha fabricado 75´000.000 veces, debe que tener algo extraordinario.  Sin embargo, parte de «lo extraordinario» es que no se encuentra fácilmente a la venta, de hecho en la página misma de la marca…no existe venta de stock, lo cual debe significar que se ha dejado de producir, lo que tiene mucho que ver con la tan alta como grave deserción de los chinos en el uso de la bicicleta desde los 90´s, que el consumo y el capital les permitió poquito a poco ir pasando al automóvil…vaya desgracia.
La Dueña de la bicicleta, Clementina, mujer muy simpática, de estas que en 15 minutos te cuentan gran parte de su vida, en este caso nos contó la historia de su bicicleta, yo por mi parte no perdí oportunidad para aprovechar y reforzar este símbolo tan potente que en mi familia está detrás de ella..ellas…todas la que por mi vida han pasado, por cierto espero algún día dedicar un post a la bicicleta voladora que con mi gran amigo Jaime construimos cuando niños…
En fin…esas anécdotas que te alegran el día.   Clementina me pidió el número de mi móvil y me dijo que si finalmente se vuelve a su Castilla natal, me llamará para que me haga cargo de tan preciada pieza china de colección.   Este mismo verano, María mi pequeña ha dejado los ruedines de su bici y ahora es totalmente autónoma y va con gran futuro sobre su bici rosa.
Los días pasan y en este verano han  sucedido cosas maravillosas a las que siempre intento darle una vuelta de tuerca para tratar de entender más de las cosas que por ahí están y no nos detenemos a entenderlas.
Las bicicletas…el equilibrio, símbolos, contenidos, continentes, textos e hipertextos…ahora sé que soy algo más que mis circunstancias.
UPDATE
02/10/2013
Clementina me ha llamado y ha hecho efectivo su ofrecimiento.  Hoy tengo una flaying pigeon en mi garaje.  Estoy muy contento!!!

Sucumbir frente al teclado entre «Seda» de Baricco

He encontrado una ligera descripción de la poética y la erótica, dos conceptos que casi siempre los veo envueltos en un tul semi transparente del deseo.
lo más parecido a lo que creo que me dice el libro «Seda« de Alessandro Baricco.

IMAG0754

Casi que llego a sollozar, para contar el miedo que tengo a soltarme frente al tejado.
Ese vertido de saber que tiene su brujería
su vicio… su adicción…y luego…
no la puedes soltar.
Como el deseo, como sucumbir en una caricia, un beso, un gemido al oído, así me llama este teclado sensual y erótico, encantador y llenador.

AHORA YA! ! !
…siento esa sensación de los cuerpos desnudos,
¿como llamarla?
confianza?
seguridad?
llenadez?
satisfacción?
a lo mejor solo un
ya! ! ! .

Pero es etéreo, es fugaz, como una receta de cocina…que es mil cosas a la vez…casi parecido a un persona.  La incertidumbre y desasosiego de querer sucumbir a un deseo.

Entre relójes y metáforas

La serendipia es viral, cuando encuentras una, esta estimula a la vez una alerta en la mente y ella hacer que encuentres más, esto es gracias a un efecto modélico de las estructuras fractales, pero de ello hablaré más bien en el blog técnico, porque creo que tiene más bien que ver con las estructuras urbanas.
Hoy he venido a contar que una serendipia me ha llevado a encontrar una metáfora que a manera de oráculo se me ha dejado leer, es esta:
los relojes siempre han sigo un objeto importante en mi vida.  El origen de ese significado creo que se lo debo a mi padre, en cierta medida.
Cuando era niño, me regalaron uno.  Barato, cualquier cosa, pero que desde que lo tuve, a los 5 o 6 años, no me lo saqué hasta que pude tener uno nuevo.  Este segundo, ya digital, pues el primero era de cuerda,  me duró casi hasta terminar la adolescencia.  Mientras tanto, siempre mantuve un determinado celo con mi hermano, pues él se hacía acreedor de los relojes de mi padre, cada vez que este decidía cambiar.  Así desde muy pronto siempre tuvo el privilegio de usar uno más significativo que otro;  Y digo significativo, porque no necesariamente eran lujosos ni caros.  A día de hoy creo que fundamentalmente eran simbólicos.  Era el reloj de Papá. El que nunca lo tuve.  Pasado el tiempo, el reloj, el símbolo, en mí fue tomando valor y forma.  Un Swiss Army, fue una de mis adquisiciones más importantes.  Yo solía contar que llegó a mi relacionado con uno de mis primeros sueldos después de acabar la carrera.  Pero ahora ya casi 20 años delante, entiendo que no lo hubiera tenido de no ser por una persona que en ese momento representó el retorno a mi centro,  un día que me perdí, esa persona marcó el momento en que volví a estar conmigo mismo y ese reloj desde entonces ha tenido ese significado para mí.  Mi yo antiguo, cuando logre volver a mí.
Días antes de dejar mi País mi padre un poco en broma y un poco en serio decidió darme lo que varias veces habíamos discutido que era la herencia que yo quería.  Sus libretas de calificaciones, su calculadora mecánica y Él decidió incluir algo más.  Era su reloj de oro, el más querido y más preciado, un Omega automático, que a día de hoy siento que es mi conexión con mi identidad original, aquella de la que queda mucho pero sigue cambiando.
Días antes de casarme, mi mujer me regaló un reloj que no me gustó para nada, era totalmente gris metálico y brillante, conceptos que siempre los he considerado antagónicos a mi. Pues fuimos juntos y lo cambiamos por uno de mi gusto.  Un Time Force de marco y pulsera marrón, es uno de los que más quiero y uso más cotidianamente .
Una mañana de un invierno exquisito en Madrid, con mi gran amiga Pilar, pasamos por la tienda Muji de Fuencarral, entramos a deleitarnos del gusto y sencillez del diseño Japonés  y vi allí un reloj brutalmente simple: Pulsera negra de vinilo, marco redondo gris mate y en el lugar de los números, ligerísimas estelas grises mate.  Minutero y horero, lineas de ida y vuelta en negro de un grosor casi imperceptible, como un cabello.  Cuando lo vi, le dije a Pilar: !!mira un reloj de arquitecto!!Pilar hizo un comentario tan fino como solo ella los tiene y supe que terminaría comprando.
Y así uno a uno han ido llegando por distintas vías uno tras otro que para mi tienen significado y significante a manera de nombre y apellido.
El de Leonardo da Vinci, sencillo, con su rostro y camina en sentido anti horario. ¿a lo mejor mi vocación?
Un Coronel Tapioca, que llegó a mi un día de aventura total, ¿a lo mejor la necesidad de encontrar un norte?
Un Polar con pulsómetro, el compañero de aventuras de bicicleta ¿tal vez un símbolo de mi salud?
Un Massimo Dutti, el que más me gusta, ¿a lo mejor mi ego, mi autoestima, mi cariño por mi mismo?
y así…
No son muchos, no son valiosos, pero para mi se han convertido en un oráculo, más ahora que los he dejado hablar o he aprendido a escucharlos.
Ayer al momento de meterme a la ducha me saqué el que llevaba puesto y caí en la cuenta de que se había detenido.  Luego de ducharme y sortear el cambio, me fijé que por primera vez tenía más de uno parado y por distintas razones…pretextos más bien, los había dejado así.  Hoy sé que cada uno me ha dado su mensaje..y afortunadamente me apetece abrir las orejas y escucharlos:
El tan preciado regalo de mi padre, hace casi dos años que lo lo pongo en marcha, ha tenido varias averías y luego de gastar en sus reparaciones, me cansé y ahora yace en el fondo del cajón de mi mesa de noche, lo limpio, lo saco de vez en cuando, lo mimo, pero lo dejo ahí, como si de una identidad primigenia se tratara.
Hay varios más que casi no los uso, simplemente porque no me apetece, porque creo que deben estar ahí guardados siendo a la vez parte de mi.  El Polar, mi salud va fenomenal y está siempre listo y dispuesto para un esfuerzo.
Hoy le he cambiado de pila al de mi gusto, al que creo que hoy debo usarlo. ¿a que no adivinan cual es?.
Dos meses más tarde de la publicación de este post, he querido entrar a re-editarlo y contar que hace más de dos semanas que no uso reloj…aún no lo entiendo.

 

Mudando de PIEL

Lo que voy a contar no es un verso, ni quimera, es la realidad de ayer en la tarde-noche, a lo mejor es una fabula mía, pero como tal, es REAL.
He pasado varios días, casi desde que cambio el año, pensando, creyendo…convenciéndome, de que algo venía, algo terminaba, algo moría y algo estaba naciendo.  No tenía muy claro que pero como tantas otras veces he cometido el error de querer encontrarlo, definirlo y catalogarlo.  De pronto una suerte de ataque de cordura me ha llevado a tratar de escuchar a mi interior.
Intenté olvidar las categorías, la taxonomía y hacer un ejercicio de percepciones, intenté sentir y guiarme por mi intuición.
El resultado: ayer cogí mi bicicleta, usé cualquier pretexto y salí de casa, dejé que el viento me atropellara y me encontré con el Mar.
Recordé que mi compañera, cuando le alejé de su mediterráneo, me pidió prometerme que le ayudaría a que vea el mar por lo menos una vez al año.  No le entendí mucho, entonces, pero se lo cumplí y con creces, porque subimos a océano.
Recordé que conozco un querido surfero, que ahora vive en Madrid, porque tiene alma cosmopolita y como no se atreve con el manzanares, cuando está aquí, «va a ver el mar«
Recordé a Francisca, «la niña pancha» de LA TIGRA, cuando siente el llamado de la selva.
recordé que durante todo este tiempo de Mutación, una de los pesos mas grandes ha sido la ausencia de «mis montañas«, el entorno que probablemente era el icono de mi territorialidad, es decir el suelo de mi identidad.
Pues ayer, quise, necesité, ver el mar, y con ello creo que me he graduado de AQUÍ, dejando un Allá, en el interior de mis experiencias.
No contento con eso, y sobre mi bicicleta, sentí que ese llamado que tenía dentro, era a todos mis sentidos.  Era una llamada del territorio a mis percepciones y una necesidad de probar mi pertenencia.  Estaba atardeciendo y pronto obscureció, justo en el momento en que al meterme en mi pequeña ruta, empecé a sudar y aventurarme en medio de la penumbra de una noche de luna por los caminos del cabo, entre rocas, calas, algo de arena y un poco de  arbustos, sentí o me dejé llevar por los senderos, como intentando probar hasta donde llegaba mi percepción de la sinuosidad de cada sendero, de cada calita.
Cuando terminé, intacto, sin caídas y seguro de que era así porque hoy es ese mi camino, me detuve y quise grabar el sonido del mar, más que en un dispositivo, dentro mio, que creo que es el sonido que hoy llevo dentro.
Este creo que es uno de los post más íntimos que he hecho, sepan guardarlo o compartirlo, según su interior.

Banda sonora para una siesta esperada

La suave textura de la manta térmica, si cerrabas los ojos podías escuchar los rechinidos de las delgadas fibras, soul eyes, de Melissa Aldana, sonaba muy bajito, tanto como para que se pudiera escuchar el quejido de la manta…un rechinar, mitad natural mitad sintético.
Que pedía la manta?
Que era lo que aquellos dos cuerpos que se sentían ajenos no lograban comprender, entender, escuchar.
Que es lo que la manta pedía?
probablemente el mensaje de dos corazones que en muchos años nunca dejaron de estar juntos, probablemente el chillido no era comprensible desde la textura de la manta.
hacía falta mirar.
Tener todo descrito y mirar la tenue sensación con la que en baja luz, los montículos de las partes, cubiertas por las mantas y en penumbra, como montañas al atardecer, aproximaban los cuerpos, de piel, lentamente se aproximaban. totalmente conectados con los deseos de años de cercanía, con el ímpetu de la manta, con los deseos del corazón.

A propósito de una bandera y un romance

Estoy leyendo una novela de Juan José Millas. «lo que sé de los hombrecitos«,se llama, en la que una vez más, este autor me hace sentir que soy su amigo y que su escrito es parte de una conversación con una taza de café.
Particularmente Juan José Millas con Maruja Torres, creo que son dos de las personas más lúcidas de los medios de comunicación que suelo revisar.

Ayer recibí un correo de una buena amiga que solamente decía que echaba de menos tomar un café conmigo; amiga, con la que las sesiones de «café» de nuestras tardes de Quito estaban llenas de CHARLA, CAFÉ Y COLESTEROL, esto me recordó… de pronto…que no soy de aquí y que mi hábitat está lejos, vamos…que estoy lejos de mi ecosistema, porque no puedo(ni debo) decir lejos de casa, porque si que estoy en mi casa.

hace un par de días a propósito de confirmar si mi nueva dirección había sido registrada en al administración correspondiente, en la cual llevo un tramite de pedido de la Nacionalidad, me he enterado (y sin querer) que este proceso ya ha tenido resultado, y es positivo. Estoy a punto de tener dos nacionalidades. Y a propósito de este hecho, en mi perfil de una red social, coloqué que pese a ello, sigo siendo hincha de la Liga de Quito que yo nací en la Vicentina, me alimento de Maís y ahora miro con cariño al mediterráneo todas las mañanas

Hace un par de meses a propósito del envío de un CD, escribí este correo:

Estimado Diego:

La mañana de ayer, marcaba en el programa familiar, la comida del cumpleaños de la abuela. Era en Parcent, pequeño pueblito del a sierra de mediterránea, a 85 Km de Alicante.
Al salir de casa, con discreta anticipación he parado un momento en el Kiosco con pretexto de golosinas para los chicos y he recogido mi disco. me he dirigido al coche, solamente con bolsa blanca, la bolsa como sinónimo de mercado, todo dentro junto y revuelto, las golosinas de los nenes, el disco, el pan y el periódico.
Una vez en el coche he sido breve y silencioso para cumplir el ritual sagrado del celofán. Al abrirlo:
Lo he olido, olor a libro nuevo.
Lo he acariciado, textura lisa de fina dama.
Ritual completo como hago siempre con las prendas apreciadas. Yo solo, mis sentidos y la PRESA.
Los chicos han agradecido las golosinas, les he prendido los DVD del coche y se han enchufado con RATATOUILLE, la película. Preferí tomar la Autopista, pese al peaje, solo por la frívolidad de mezclar la sensación del disco con la velocidad. Lo puse y el sonido del violín me estremeció como siempre y entonces supe que era un acierto. El bandoneón del Marconi, exquisito, y la voz del cigala…es solo la voz del cigala. al llegar a la Nº9 YUKALI, me he estremecido sobremanera al escuchar de fondo, el bandoneón de LIBERTANGO y ha sido un éxtasis provocado por un fantasma que amparaba la música más allá del mismo duende. exquisito total. repentinamente sintiendo como el paisaje se desliza por los cristales he apretado los dientes para no humedecer los ojos ante el estremecimiento provocado por el violín y casi sin que nadie lo notara, al tocar la palanca de cambios he rozado apenas la piel de la mano distraída de mi mujer.

ha sido como como un ligero dolor agudo en un sitio del cuerpo que si existe, no sé donde esta. es como un golpe de corriente en medio de un escalofrío.

Hoy he vuelto a leer y he completado este escrito. Me ha sido urgente, vital, casi un deber, diría, yo, al entender que ese correntaso eléctrico, ese romántico «pajaritos en el vientre» es en realidad la razón por la que estoy fuera de mi hábitat, esa tierra de osos de anteojos, ese mundo con cara de pueblo y gente color piel de bronce y oro, esa tierra de montañas. Hoy es época de mundialización y globalidades y prefiero sentirme en el ciber espacio, donde los vínculos 2.0 amagan fenomenalmente los 10.000 kilómetros que me separan de mi «MUNDO», sin embargo es bueno también creer que siempre es época de musas y que solo hay una razón para estar donde estoy, y tiene nombre, apellido, adjetivos, verbos, e hijos.
ella es mi razón de estar aquí, y si, tengo mi musa.

y como decir esto en música? solo se me ocurre una manera:

Requiem al amor y la casualidad

Cuando tenía 16 años me enamoré, loco perdido,  de una chica impresionante con la que me escribía cartas de amor y nunca paraba de reír.

El destino, y lo diré con voz de tango o bolero…»la alejó de mi» y eso permitió que yo me conociera a su madre a través de unir melancolías de la persona querida y lejana.
Todas las tardes que la visitaba, compraba unos tabacos mentolados que le gustaban, quien me los vendía, el dependiente de la tienda, era un chico que había estado en Inglaterra por unos años. Esa tienda, en realidad un pequeño cuarto algo descuidado en el que solo había una característica constante, LA MÚSICA, siempre había buena música, y muchas veces ese era el pretexto para iniciar una conversación. Le frecuenté mucho, compartíamos gustos y terminamos siendo amigos. Un día, al terminar de oír una cinta que me gustó mucho, Él me comentó que era un grupo llamado Pop Will Eat Itself.  Era un cassette azul que de tanto y tanto pedir que lo pusiera, cada vez que paraba a comprar los tabacos, terminó por regalármelo.  Como no tenía la caja de portada, en unas letras diminutas, casi ilegibles se podía leer  «vocals: Clint Mansell», a partir de entonces nunca se me olvidaría aquel nombre.
En el año 85, por sugerencia del mismo chico vi la película «Mishima», la vida en cuatro capitulos».  La verdad sólo recuerdo lo que más me impactó, que estaba producida por Coppola y Lucas, y su banda sonora, luego sabría que era nada menos que Philip Glass e interpretada por una cuarteto de cuerdas llamado Kronos Quartet
Mas de 10 años después, Gustavo, mi gran amigo de cine me sugirió ver una película que se llamaba «pi (3,1416)» sería finales de los noventas, no lo recuerdo con exactitud, pero lo que para mí fue absolutamente magistral era la banda sonora, la investigué y el autor, para mi sorpresa era mi ya conocido, antes cantante de rock alternativo, Clint Mansell.

Llegado ya el 2000, vi requiem for a dream, entones no me pareció gran cosa la película, lo que si me alucinó era su banda sonora, que Clint Mansell había compuesto para un cuarteto de cuerdas norteamericano llamado KRONOS QUARTET.  Brutal.  Esa música que casi que no eres capaz de sintetizar como música, es más bien como un rayo de sensaciones que para estar dispuesto a disfrutarlas casi que necesitas acostarte al suelo y mirar las estrellas para ser atropellado totalmente por las sensaciones.

A partir de entonces cada vez que podía grababa, compraba, preguntaba y finalmente escuchaba al que creo que es el mejor cuarteto de cuerdas de música contemporánea del mundo.
Por eso cuando supe que se presentaban en el festival «la mar de músicas» de Cartagena, no dudé en apostar todo por verlos en persona y si fuese posible de cerca.  Resultó los vi a menos de 10 metros, con mi hijo en brazos y junto a mi mujer y son mucho mejores de como los había venido escuchando desde hace 25 años.

Ayer recibí un correo vía red social, de aquella chica, la de las sonrisas y es feliz y sigue sonriendo.  Yo mientras seguiré creyendo en mi memoria y en la casualidad.

Pablo Lazzarini

A todos quienes compartimos algo con Pablo Lazzarini


foto de  pablo tomada de su blog

Aun no puedo hablar del tema, pero quería compartir con ustedes que Martín (mi hijo de 5) había dejado de venirse a nuestra cama (a causa de las pesadillas) desde cuando le empecé a dar ideas de sueños bonitos. Cada noche le proponía soñar con cosas lindas intentando que sus sueños fueran realmente sueños.
Hoy le he propuesto soñar con bicicletas, con bicicletas con alas, doradas y poderosas, con una cámara al cuello y con fotos de colores y risas, para que en medio de la alegría de ver el mundo, bueno, limpio generoso, nadie le pudiera pillar. Ese mundo en el que siempre vivió el Pablo, ese mundo de alegría de sus sonrisas y sus emociones, de toda la pasión que le ponía en creer en los sueños por más locos que eran, ese mudo maravilloso en el que le conocí le extrañaré y le recordaré siempre.